Permíteme unas breves
preguntas. ¿Te consideras de izquierdas o de derechas?
¿Conservador o progresista? ¿Crees que el cambio climático es real?
¿Te preocupa? ¿Más o menos que la crisis o el paro? ¿Eres
republicano o monárquico? ¿Creyente o ateo?
Si no te gusta
constreñirte o has matizado cada respuesta, te interesarán éste y
los próximos artículos de este blog. Si, por el contrario, has
contestado rápidamente, seguro de tus convicciones, te invito
igualmente a seguir estos artículos cuyo modesto fin es cuestionar
precisamente lo que damos por sentado.
Empecemos...
El tema, hoy recurrente,
sobre todo entre los activistas de izquierdas, de la necesidad de la
unión de todas las formaciones de izquierdas para poder discutir el
poder a los dos, hasta ahora, partidos hegemónicos: PP y PSOE, a mí
me suscita varias dudas.
¿Qué es la
izquierda?
En primer lugar, es
cierto que en política es habitual hablar de la izquierda y de la
derecha, de si un partido es conservador o progresista; incluso de
medios de comunicación, de jueces, de profesores, etc. de una u otra
opción. Todos creemos saber lo que significan estos términos, pero
en el devenir histórico han adquirido significados diferentes a los
conceptos que originariamente representaban. Así que es muy
probable, o por lo menos no extraño,
que lo que usted entiende por izquierda no sea lo mismo que entiendo
yo, y ambos difiramos
de lo que identifica como izquierdas su vecino del cuarto.
Así,
para algunos el prototipo de derechas corresponde a empresarios
(especialmente los grandes), en muchas ocasiones ajenos a la realidad
de los más desfavorecidos, defensores a ultranza del liberalismo
económico y de los beneficios para sus empresas aún a costa de los
trabajadores por ser creadores de empleo. Para otros puede que sea un
individuo católico, conservador, monárquico o defensor de valores
tradicionales. Aunque, claro, podríamos poner más ejemplos.
Con
la izquierda pasa lo mismo. En el imaginario colectivo una persona
de izquierdas puede que sea de clase media o baja, trabajador,
anticapitalista, o que ponga “x” en vez de la “o” en las
palabras en masculino (la @ ya está pasada de moda, ¿será casta?)
y procure hablar siempre en femenino, puede que sea atea, republicana
o que defienda la Renta Básica, para otros hablará de
sostenibilidad, de renovables y de consumo ecológico, de cercanía y
responsable.
Ahora
bien, ¿la realidad es así de maniquea? ¿Con cuantas
coincidencias te puedes situar en una opción u otra? Más aún
cuando muchos toman su opción política por descarte. Será
por eso que, en realidad, la mayor parte de la población se
considera de centro.
El
frente común de izquierdas: ¿es posible?
En
España, para algunos, la unión de la izquierda es el gran anhelo
para la transformación social y económica del país. Para ellos, el PSOE ha
entrado en el juego de los mercados (tal alejados de la preocupación
por el bien común que es la que debiera ser la verdadera bandera de
la izquierda). Izquierda Unida (que nunca ha conseguido hacer gala de
su nombre) también se ha visto salpicada por corruptelas y
revolcones con el buen vivir dentro por ejemplo de las cajas de
ahorros. Y ahora los Ganemos, renombrados en Ciudades en Común o
Iniciativas varias quieren demostrar que son capaces de lograr esa
confluencia (los enemigos de mi enemigo son mis amigos).
Pero,
¿realmente sólo les diferencian matices? ¿todos tienen los mismos
principios y objetivos? ¿están dispuestos a aceptar cualquier
decisión mayoritaria?
Estos
movimientos se ven a si mismos como garantes de la honestidad,
honradez, el sentido común y demás virtudes que debieran ser
normales en cualquier persona que quiere dedicar una etapa de su vida
al servicio público. ¿Acaso ser de izquierdas es sinónimo de estas
bondades? ¿El firmar un acuerdo ético va a inhibir a los falaces?
Entonces,
si no todo vale “a la izquierda del PSOE” (aquí deberíamos
volver al primer punto, ¿qué es la izquierda?), ¿es posible la
unión de toda la izquierda o se está creando una nueva y
limitada izquierda unida?
¿Existe
una demanda social?
Muchos
militantes de izquierdas defienden encendidamente la confluencia como
respuesta a una demanda social que pide que se pacte en base a los
elementos comunes obviando los pequeños o grandes matices que
diferencian a los llamados partidos de izquierdas para tener la
posibilidad de romper el bipartidismo y entrar, o adquirir peso, en las
instituciones.
Por
ello hablan de poner las instituciones de nuevo al servicio de los
ciudadanos. Y hacen hincapié en que son movimientos ciudadanos
(¡claro, no van a ser movimientos animales!). Las masas movilizadas
tienen ahora quien se haga eco de sus demandas y no sólo eso, sino
que pueden entrar en ese opaco mundo de la política. Claro que no se
lo ponen muy fácil ni Podemos ni la mayor parte de los movimientos
de confluencia. El juego asambleario se inventó hace mucho y hay
verdaderos expertos en su manejo.
Además,
beben la participación ciudadana en sus confluencias de miembros de
las asociaciones civiles; y, de entre éstos, la mayor parte de a los
que dan cancha es a los que ya les eran afines. ¿Y el particular que
quiere participar? Trabajar, por supuesto, pero... ¿cuántas de sus
propuestas son secundadas? ¿acaso no hay una (o varias) más o menos
subterránea corriente que va marcando el camino?
¿Es
deseable?
Dejemos
esa pregunta en el aire hasta el próximo artículo. Aunque os invito
a que compartáis aquí vuestra opinión.
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