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viernes, 27 de marzo de 2015

Más de lo mismo

En mi último artículo, ¿Se está fraguando un nuevo modelo político?, decía que Equo ha perdido una ocasión fantástica para demostrar que estaba hecho de otra pasta. Un lector, Jesús S., con mucho tino decía “¿qué podía hacer Equo distinto a lo hecho? ¿Cuál es la oportunidad perdida?”.
Pues bien, estas acertadas preguntas me han hecho darme cuenta de que yo también he hecho más de lo mismo, es decir, centrarme en la reflexión crítica (con más o menos acierto) pasando de refilón por la propuesta constructiva.
Intentaré enmendarme.

La inminencia de la convocatoria de elecciones y el breve plazo que se abre para plasmar en candidaturas el trabajo realizado, está haciendo que los nervios se tensen y, como suele pasar en estos casos, que los que acaben recibiendo las críticas más duras o las respuestas más airadas sean los que están a nuestro lado.
Me parece encomiable que haya gente todavía tan generosa y dispuesta a aportar su granito de arena para lograr una sociedad más justa más armonica con su entorno natural en los variopintos contextos municipales y autonómicos. Pero eso no es nada nuevo aunque, como sabemos, no todo lo viejo es malo, como no todo lo nuevo es bueno (¡viva los matices!). Aunque, claro, tampoco no es garante de cambio.
La campaña electoral se presenta, viendo como calienta motores, como más de lo mismo: el PP con su canción sobre la recuperación, la confianza (!) y la estabilidad y la izquierda con su actual soniquete de la “Casta”, lo “Viejo”, el “Bipartidismo” y de “Empoderar a la gente” y el PSOE y Ciudadanos hablando de compromiso y de reforzar la democracia.

Ahora bien, esto es lo que me gustaría a mí escuchar en mayo.

Discurso

Me gustaría una campaña fresca que me recuerde todo lo que tenemos de bueno y que no sea excluyente sino que plantee cómo puede ser mi municipio y mi autonomía con realismo: sabiendo dónde estamos y a dónde queremos y podemos llegar. Estoy harta de los que sólo saben criticar y costruyen su identidad únicamente en la oposición al resto.

Formas

Me gustaría encontrar una propuesta inteligente, integradora, sin generalizaciones ni simplificaciones, donde se riegue la esperanza, el trabajo conjunto por una sociedad mejor y el optimismo. Detesto el maniqueismo y que interpelen a mis sentimientos (azuzando el malestar para ponerme en contra de “los otros”) en vez de a la razón.

Contenidos

Espero que los que mañana gobiernen el lugar donde vivo lo hagan con cabeza, con principios básicos y claros: el bien común y, por supuesto, en sana convivencia con el entorno. Pero quiero propuestas realistas, de acorde con el mundo globalizado en el que vivimos; y, sobre todo, quiero que no den por sentado que son la voz de los ciudadanos, porque la gente tenemos cada uno nuestra propia voz que no es monocroma sino plural, rica y variada.


Probablemente muchos de estos aspectos están recogidos en movimientos y partidos políticos; estupendo, potenciémoslos.
La ecología política no es un color de un complemento de moda ni una hoja en el programa electoral. Es una filosofía de vida y de convivencia. ¿Es necesaria? Imprescindible. Por eso en las prisas por poder influir en un nuevo modelo social se ha quedado de vistoso (ojalá) complemento. Pero al césar lo que es del césar: no es un triunfo, pero tampoco un premio de consolación. Es una etapa del camino si no olvidamos los objetivos: crear una sociedad más equitativa y sostenible que garantice una mayor riqueza vital a las generaciones presentes y futuras.
La ecología tiene que encontrar su camino. No le conviene cerrarse a las convenciones actuales, no necesita etiquetas de izquierdas ni de derechas; porque la ecología política es puro sentido común. ¿Por qué ser carne o pescado pudiendo ser una nutritiva y sabrosa ensalada (de nuestro huerto o balcón ecológico, claro)? Fabulosa como plato completo y enriquecedora como acompañamiento.

En este blog precisamente intento proponer cuál puede ser ese camino. No todo está dicho, por supuesto, pero... ¡quedan tantos artículos por escribir!


viernes, 13 de marzo de 2015

¿Se está fraguando un nuevo modelo político?

Queda poco para las elecciones autonómicas y municipales y escuchando a algunos parece que estamos ante una batalla épica entre los malvados señores de la casta, los de la llamada vieja política, y los jóvenes valerosos y perseguidos, cual Robin Hood y sus alegres compañeros, que luchan por devolver la soberanía al pueblo e instaurar una nueva era de paz y properidad bajo un nuevo modelo político.
Ante semejante tesitura histórica unos y otros reclaman al resto de partidos y a los electores que se sumen a su bando, que dejen atrás sus prejuicios y resquemores y hagan lo correcto que, por ende, es la única salida posible ante la hecatombe que supondría el triunfo del enemigo.
Soplan vientos de cambio, auguran; pero, ¿realmente se está fraguando un nuevo modelo político?

En los análisis políticos abundan las reflexiones sobre los “actores políticos” (vamos, los partidos políticos y sus dirigentes) extendiendo su novedad o no y ciertas características internas a la “nueva” y a la “vieja” política. De igual forma algunos tienden a asimilar la corrupción o el nepotismo con los antiguos partidos y la honradez, la ilusión o la frescura con los nuevos. Mas el ser humano es rico en matices, en luces y sombras: ayer, hoy y mañana.
El Roto
En consecuencia, no creo que las nuevas formaciones sean promotoras per se de un nuevo modelo político y, de momento, están demostrando estar en su salsa en el actual. Hablar de república, empoderamiento ciudadano o transparencia democrática no tiene nada de novedoso.
Ahora bien, sí soplan vientos de cambio. Está en el ambiente; se nota aunque no se sepa bien el qué. Lo cierto es que los avances tecnológicos nos brindan futuros insospechados; pero en los que la globalización, la falta de regulación de los mercados financieros y especulativos, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático o la falta de equidad son algunos de sus retos. Cómo se da respuesta válida a estas realidades va a ser lo que determine los nuevos modelos políticos.
No podemos cerrar los ojos ante una realidad que nos desborda donde el poder de maniobra de los estados es mínimo, cuánto menos el de las comunidades autónomas y el de los municipios. El nuevo modelo político tendrá que pasar por nuevas formas de organización supranacionales, por crear dos nuevas y robustas patas globales: el poder público y la sociedad civil, que equilibren a la siempre insatisfecha pata del poder privado de los ricos y poderosos.
Y esto es importante, porque nos están diciendo que la sociedad civil debe movilizarse y organizarse en el ámbito político y así nos espolean “agrupaciones ciudadanas” como Podemos o Ganemos. Pero es que tan importante es la función de las organizaciones políticas como la de las organizaciones civiles, de hecho cubren necesidades distintas. Es más, una de las funciones de la sociedad civil es el control de la función pública.
La política tiene como fin la armonización de la vida en común, lo que incluye equilibrar la iniciativa privada y el bien común. Hay ciertos aspectos que se han descuidado y debilitado como la separación de poderes, o la importancia de la sociedad civil que debe ser mimada y cultivada entre otras cosas luchando contra el actual empobrecimiento cultural. Pero también hay cambios acuciantes que no sé si constituirán un nuevo modelo político, pero que deberían marcar una forma distinta de hacer política, es inconcebible el sistema de gobierno-oposición en una sociedad moderna. No tiene sentido que se juegue a la confrontación vacía y estéril. Como ya he dicho en otra ocasión, el papel del presidente (estatal o autonómico) o de un alcalde tiene que ser liderar un equipo de trabajo integrado no sólo por miembros de su partido, sino por todos los representantes elegidos por los ciudadanos. Y la función de estos últimos es controlar, opinar, proponer pero también colaborar.

Equo ha perdido una ocasión fantástica para demostrar que estaba hecho de otra pasta pues sus valores, formas y proyección son los de un partido preparado para el futuro. Es necesaria cierta “altura de miras” para no dejarse envolver en la vorágine de “lo nuevo” tan pasada de moda.