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viernes, 2 de enero de 2015

Buenos propósitos para el año nuevo

¡Feliz Año Nuevo a todos! Espero que lo hayáis pasado estupendamente y que estéis cargados de energía e ilusión para el 2015.

Muchos tendréis grandes propósitos para este año; otros, midiendo fuerzas, os habréis planteado cosas sencillas; alguno, descreído, habrá renunciado a lo que considera una misión imposible. Sin embargo, es bueno reflexionar sobre los aspectos que queremos mejorar en nuestra vida porque, aún sin lograrlo plenamente, nos sirve de guía y de motivación especialmente cuando nos sentimos tentados a dejarnos llevar por la corriente a la deriva.

De manera colectiva, como sociedad, también deberíamos hacer nuestra lista de buenos propósitos para el 2015. No deseos que nos pueda conceder un genio o resolver otro, sino proyectos que como sociedad podemos llevar a cabo.
Ser una sociedad más equilibrada, más reflexiva.
 
El Roto
Nos hemos acostumbrado a la inmediatez que nos proporciona nuestro modo de vida. Si quiero hablar con alguien siempre está localizable -yo soy joven, pero todavía recuerdo cuando en mi pueblo sólo había un teléfono y nos venían a buscar a casa si teníamos alguna llamada- y si no contesta nos irritamos (¡vaya con el doble check!). Nuestros deseos y apetencias condicionan nuestra vida ya que todo es accesible al momento. ¿Dónde quedó el refresco de la comida del domingo o el postre especial de los cumpleaños? ¿Dónde quedó la ilusión por ese regalo que esperabas desde hace meses en tu zapato? Hoy ya está pasado de moda.

Igualmente, somos rápidos para juzgar y para opinar y sin mesura, porque si nos equivocamos no pasa nada, en seguida queda olvidado. Y, como todo se mide según nuestras apetencias, dejamos que la pasión se desborde y que apenas deje un resquicio a la razón, alimentando los extremos, pues el equilibrio requiere tiempo y reflexión. Así, no es extraño que cuestionemos hechos “¡porque opinamos que no estamos de acuerdo!” o, por ejemplo, que hagamos arengas violentas contra los violentos.

Ser una sociedad más equitativa, más generosa.

El bien común debería ser nuestra estrella del norte. Cuando dejamos de mirarnos el ombligo, cuando pasamos de ver a los demás como rivales a verlos como compañeros, parte de la tensión en la que vivimos desaparece. Pocas personas disfrutan perjudicando al resto; sin embargo, todos en algún momento hemos hecho daño a alguien porque estábamos centrados sólo en nosotros y en nuestras razones.

Estamos acostumbrados a medir nuestro éxito, incluso nuestra felicidad, en comparación con el del vecino. Como si de una balanza se tratase, ponemos nuestros intereses enfrentados a los del resto. Sin embargo, las mayores cotas de satisfacción se alcanzan cuando son compartidas.

Ser una sociedad más ecologista, más respetuosa.

Hay muchas cosas que podemos hacer nosotros para mejorar el entorno en el que vivimos. Gestos sencillos para ahorrar energía, reciclar, compartir el coche, usar la bicicleta, cerrar los grifos...; pero también con nuestra cesta de la compra podemos transformar el mundo. Exijamos productos hechos respetando el entorno y, por supuesto a las personas. Compremos productos duraderos, reutilizables, o, simplemente empecemos a dar valor a lo que compramos. Si no acumulamos tanto, podemos pagar más por lo que verdaderamente necesitamos.

Y, por supuesto, seamos limpios y respetuosos, no sólo con la naturaleza; sino en nuestros pueblos y ciudades. Cuidemos y valoremos el lugar donde vivimos; porque sí, a lo mejor, es responsabilidad del ayuntamiento que las aceras estén bien, que haya papeleras o que el césped esté cuidado; pero... ¿eso nos da derecho a tirar la basura al suelo o a llevarnos las plantitas que ponen en las rotondas?

Ser una sociedad más positiva, más productiva.

Ya lo decía Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido (por cierto, os lo recomiendo), incluso ante las situaciones más extremas el hombre siempre tiene capacidad de elección.

Es cierto que las circunstancias son muy difíciles para mucha gente. Y, para colmo, mientras ves lo fáciles que son para unos pocos. Podemos regodearnos en la frustración; podemos lamentarnos, enfadarnos, indignarnos; podemos rebelarnos, instalarnos en la crítica; podemos hundirnos... pero también podemos sonreír, arremangarnos y trabajar para cambiar las cosas. No es cuestión de buscar culpables, sino de saber que nosotros somos los responsables de nuestro futuro.



Yo este año voy a hacer acto de constricción e intentar aplicarme el cuento. Porque ¡qué difícil es todo lo que he propuesto!

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