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viernes, 24 de octubre de 2014

Fe y Ecología política

Hace apenas unos días, en un acto de presentación de Equo, dos personas se disculparon conmigo por haber tenido relación con el catolicismo en el pasado. En un caso, por haber bautizado al hijo (hoy ya un joven adulto) y, en el otro, por haber estudiado en un colegio de curas. Está claro, ser cristiano no está de moda en el sector “progre”. Debe de ser casi tan malo como ser monárquico o, incluso, empresario.

Vivimos en una sociedad tremendamente contradictoria –algo que no se puede circunscribir sólo a España–. Por un lado, hay un cierto hastío y relajación moral que se acomodaron en la época de bonanza. Por otro, un puritanismo avasallador.
Es curioso que los interminables casos de corrupción afloren justo cuando se acabó el “cash”. Quizás antes no sabíamos ponerles número, pero quién era ajeno al amiguismo, al despilfarro, a la enorme casa nueva, empresa o lo que fuere que de pronto había montado fulano “de la nada”. Quién no conocía al típico cenutrio que trabajaba en el ayuntamiento porque tenía un primo... Quién no sabía que el delegado sindical de su empresa en sus horas sindicales se iba de cañas o de compras. Quién no sabía que detrás de un “gran hombre” había un padrino (o varios) con una montaña de trapos sucios. Quién no se pasmaba de cómo los gobiernos desmantelaban y regalaban a sus compinches uno tras otro las empresas públicas. Quién no sabía que las fundaciones (o cajas o empresas públicas, etc.) eran un mamoneo de los –en teoría– encargados de velar por ellas. Y podríamos seguir así hasta el infinito. Pero no pasaba nada entonces y, aparte del lógico cabreo y el papeleo en los tribunales de justicia, apenas pasa nada ahora.
Al mismo tiempo que asumimos rebotados esa realidad de la que formamos parte, buscamos con obsesión de censor las faltas de coherencia o rigor de las personas que defienden sus ideales de un mundo diferente. Sin ir más lejos, en una entrevista que le hicieron a Juan López de Uralde en la radio a colación del citado acto de presentación de Equo, le sacaron como incoherencia ser omnívoro. No sé qué concepto tendría la periodista (y muchos otros) de lo que es el ecologismo, desde luego, no lee este blog.
Y con la religión pasa lo mismo. Se presupone y exige que toda persona creyente tiene que ser inmaculada. Debe ser abnegada, generosa, humilde... y todo un compendio de virtudes cuasi-divinas. ¡Benditos ateos! En cuán alta estima tienen a la religión, para exigir tanto a sus pobres pecadores.
La cultura occidental ha bebido muchos de sus valores del cristianismo. La fe, como otras áreas del ser humano, ha impregnado el arte, la filosofía, la cultura, el folclore, etc. Renegar de todo lo que representa es como renegar de nuestro pasado. Es como el hijo de agricultor que al irse a vivir a la ciudad, desprecia sus raíces. No hace falta que vuelva al pueblo; pero será más feliz si suma sus experiencias y los conocimientos que le aportan.
No cabe duda de que queremos un mundo laico, donde tengan cabida todas las creencias, como todas las manifestaciones culturales, artísticas, políticas... siempre que respeten el estado de derecho. Y, por suerte, la religión se va quedando en el ámbito privado de la sociedad civil, que es donde realmente es libre; aunque haya algunos dogmáticos (gran parte incapaces de bajarse de la atalaya del púlpito) que no entienden que la fe es amor y respeto, nunca un yugo o una imposición.
Así, ser ecologista y pensar en el bien común es una forma de ser cristiano, porque es una forma de amar y respetar a todos los seres humanos y la casa donde vivimos. Gracias a Dios, estos valores cristianos hoy son universales; por lo que no es necesario ser creyente para ser ecologista o para luchar por el bien común. ¡Qué liberador poder ser uno mismo!

Valga decir que, cuando me sorprendió que se disculparan por ese coyuntural pasado y me manifesté cristiana, ambos me dejaron claro que ellos eran tolerantes y que no me preocupara porque no me iban a mirar mal por mi fe.

3 comentarios:

  1. Muy interesante tu artículo, Aurora.
    Es muy necesario empezar a romper con esos clichés ideológicos tan extendido en la mentalidad social. Porque somos mucho más que lo que cabe en conceptos ideológicos tan simples.
    Me identifico en mucho de lo que dices.
    Un saludo.

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  2. Entonces los cristianos estamos de enhorabuena, ahora, casi igual que cuando salimos de la dictadura,empezamos a ser un sector minoritario a lo mejor, cuando salgamos de esta eterna crisis y si nuestros queridísimos y democraticos representantes han dejado algo en la hucha, tenemos derecho a una subvención, aunque sólo sea porque, como bien dices, sea por tradición, haya que mantener nuestras santas costumbres aunque sólo sea por considerarlo algo cultural.
    Yo, por mi parte, me niego a pedir disculpas por ser cristiana, por ser omnivora y desde aquí me manifiesto tolerante con todos aquellos insensibles come verduras que no tienen en cuenta los sentimientos de esos pobres vegetales que por no poder pronunciarse no tienen derecho de pataleta.
    Me encantó artículo.

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  3. Me has dejado sin palabras... ¿Disculparse por ser o haber sido? ¿Por creer o haber creído? ¿Disculparse por sentir, por pensar, por implicarse...? ¿Disculparse por vivir de acuerdo a lo que uno siente como coherente? ¿Renegar de lo que uno es para doblegarse a lo que un grupo dicta como correcto y aceptable?

    Me preocupa seriamente que los mecanismos de afiliación inconsciente de las personas a los ideales y las agrupaciones sean más poderosos que el hecho de mantener la coherencia con respecto a la propia manera de sentir y vivir en el mundo, y aún más con algo tan íntimo y esencial como es la relación de cada persona con lo divino.

    Personalmente, entiendo a las personas que se declaran católicos de corazón y que en la senda del catolicismo encuentran la manera ideal de conectarse con la divinidad, y su camino espiritual verdadero; sin embargo, también comprendo a aquellos que encuentran el catolicismo vacío y sin sentido, y deciden seguir otras maneras de vivir lo sagrado.
    Entiendo también a esas personas que poseen una fina sensibilidad para con los animales y deciden hacerse vegetarianos porque lo que ven en su plano no es un filete sino un ternero muerto; y también comprendo a las personas que no necesitan hacer esto, porque no va en consonancia con su forma de ver la vida. Comprendo todo ésto y muchas más cosas.

    Lo que no comprendo es cómo es posible que en una sociedad (aparentemente) abierta y en la que (supuestamente) se puede ejercer el libre pensamiento, siempre haya voces prestas a la agresión al que siente, piensa y actúa diferente.
    Los tiempos han cambiado, tenemos tablets y hablamos por satélite con la otra parte del mundo, y sin embargo, aún nos asusta lo diferente, los que no piensan como nosotros, los "otros", y la respuesta sigue siendo ancestral: visceral, agresiva y aniquiladora.
    Aún deseamos eliminar del mapa al que piensa diferente. Y eso, es tremendamente triste.

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