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viernes, 19 de septiembre de 2014

El precio del poder

Acaba de comenzar el cole y muchos se quejan de lo que cuestan los libros y el material escolar. ¡Pobres pringados! Los padres “guays” saben que lo peor está por venir. Una buena posición social en el aula tiene un alto precio: ropa y complementos de moda, electrónica, teléfono, ocio y ¡cumpleaños! Una orgía de derroche para evitar que el vástago se convierta en apestado.
Así que no es de extrañar que la última vez que fui a una cadena de comida rápida, unos mocosos llevaban en la cartera más de lo que me gasto yo en una semana.

Llegar al poder cuesta dinero, mucho dinero; y mantenerse en el poder también. Los ciudadanos no votan al que no conocen y tienen la memoria frágil (no hay más que ver quiénes nos gobiernan), por lo que hay que estar en el candelero siempre, con la frase autocomplaciente en los labios y la pose de porque yo lo valgo.
A la gente (como a los capitales) le gusta apostar por el caballo ganador y sólo votan a un segundón sin posibilidades cuando quieren dar un toque de atención al triunfador que se ha pasado de sobrado. Es como en las películas, la chica mona siempre acaba con el guapilindo, aunque sonría a un pobre pardillo para que el protagonista recuerde que no lo tiene todo ganado.
Los partidos políticos lo saben. Tener buenas ideas no es sinónimo de éxito. Véase EQUO que teniendo una base ideológica – económica, social y ecológica – muy atractiva, no es capaz ni él mismo de verse como una alternativa viable.
Podemos, en cambio, sin definir claramente su ideario, ha sabido convencer de que es capaz de arrebatar el poder. ¿Quién engrasa su maquinaria? ¿la autofinanciación y el crowdfunding?
Esto ocurre en todos los países democráticos. En USA, por ejemplo, ningún candidato tiene la más mínima oportunidad si no tiene padrinos que lo financien. De ahí que algunos digan que USA es el gran país capitalista, ya que su presidente se debe a los capitales que lo han aupado al poder.
Pero claro, allí donde hay dinero suele haber turbulencias y no es extraño que salgan a la palestra noticias sobre la financiación irregular de partidos políticos en países democráticos como Alemania, Italia o Francia... ¿y en cual no?
En España, cuando salimos de la dictadura – amiga, como todas, de enchufes, prebendas y contraprestaciones –, los partidos políticos abrían sus ojos a la democracia, unos recién paridos, otros recién salidos de las catacumbas. Y todos buscaban ávidos cargadas ubres que los impulsaran.
Suárez, vía real, consigue el poder y la notoriedad mediática que lo acompaña, para él y para UCD.
AP hereda personajes y suculentas alianzas.
A Felipe no le alcanzaba con las cuotas y el trabajo de los afiliados, así que buscó el maná en Alemania y la Social Democracia renegando pudorosamente por el camino del marxismo que con tanto ahínco habían defendido sus compañeros. En la sombra del olvido quedó el profesor Tierno, buena cabeza e imagen, pero que sin financiación tuvo que asumir la integración en el PSOE.
Carrillo, por su parte, resurgió cual ave fénix, convertido en demócrata y hombre de paz, líder del grupo más organizado y luchador... pero sin suficientes recursos mediáticos para adecuar su sombra.
Hubo más partidos, cargados de ilusión e ideología, pero no consiguieron ni si quiera transmitir la más mínima posibilidad de llegar al poder.
Y de esta forma han pasado los años y los partidos han ido puliendo su forma de financiarse: las magras cuotas de sus afiliados, las subvenciones públicas, los préstamos bancarios – ¡tan fáciles de conseguir y de que sean condonados! –, y las donaciones de simpatizantes, tan versátiles...
Y, claro está, la financiación ilegal: concesiones a cambio de..., porcentajes sobre obras públicas, sobornos, etc. Los pasillos entre ésta y las contribuciones voluntarias o préstamos son estrechos, pero fáciles de recorrer.
La doble contabilidad de los partidos, maletines y sobres, los fraudes, la malversación, el tráfico de influencias, la prevaricación, el caciquismo... han sido y son constantes y a todos los niveles. Los políticos que se han atrevido a denunciarlo han sido barridos del mapa. Pero, ¿cómo probarlo en un juicio?
Por lo visto, sacar el dinero a paraísos fiscales es facilísimo. De hecho, a penas condenan a nadie. Si el dinero se queda en casa y se reparte bajo cuerda es todavía mucho más fácil. ¿Quién tirará de la manta? ¿El empresario, el político...? Y ¿qué dirigente político es ajeno a esta realidad de su partido, aunque él no se manche las manos?
Y en ese pasar el dinero de unas manos a otras, muchas veces en cantidades ingentes, alguna mano puede desviar unos cuantos fajos a su propio bolsillo, y ahí comienzan todos los males, porque llega un momento que, de tan sencillo, se convierte en hábito y, claro, con el tiempo, eso canta. Cuando salta la liebre, en el partido todos hablan maravillas del sospechoso, hasta que un juez lo pone en su punto de mira; entonces, sus anteriores amigos y jefes se rasgan las vestiduras, traicionados en su confianza. Tocado, pero no hundido, el partido continúa en el fluir indemostrable de sus turbias aguas.
¡Qué malos son los políticos! Más o menos como el resto. Los pasillos entre lo jurídicamente punible y lo ética reprobable están muy transitados.
¿Es España un país corrupto? Por supuesto que no. Pero cuando la economía iba bien, a nadie le importaba la alegría y el despilfarro, algo caía. Pero post festum, pestum. La crisis ha sido un revulsivo que a dejado el descubierto la necrosis subyacente. Ahora toca sajar, castigar al que se pueda, y forzar a los políticos a que se establezcan medidas de control para ponerlo más difícil.

Decían Carmen,Jesús e Iñaki que la vida era como una fiesta para 4 idiotas ó 5 todo lo más. En España la música se acabó hace ya ¡6 años! Y, como siempre, nos toca pagar la jarana y recoger a los que ni siquiera estábamos invitados. Mientras, los juerguistas, se han ido a un after hours.

2 comentarios:

  1. El ex presidente alemán Richard Von Weizsacker lo explicó brillantemente en el prólogo de un libro: “Hacer frente a la corrupción no consiste en imponer a la fuerza una moralidad que nos convierta en santos. Se trata de detener el egoísta abuso de poder y de que los débiles tengan una oportunidad”.
    De vez en cuando una Revolución.

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  2. Nada es totalmente blanco ni negro, y hasta de las peores experiencias se puede extraer un valioso conocimiento. Las maldades de la crisis económica, ya las conocemos todos, pero también subyacen bondades tras su fea cara, y una de ellas, es precisamente haber puesto a la vista las miserias y las telarañas que se ocultaban en la trastienda de la política en España, tal y como la conocíamos.
    Quiero ser optimista y pensar que tras esta época de forzosa y necesaria purificación, comenzará una nueva etapa donde las personas, políticos incluidos, seamos más responsables, más conscientes y sobre todo, menos egoístas y más constructores de la realidad que de verdad queremos vivir.
    Entonces, ¿Qué nos aguarda post pestum?

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