Resulta curioso,
cuando no tronchante, escuchar a tantos hablar del bipartidismo, ya
sea de su encendida defensa o de su previsto declive, dando la
espalda a lo evidente: la casa es la misma, aunque cambien los
vecinos o se muden de piso.
El País, 18 de enero de 2015 |
Comienza Ramoneda
su artículo del pasado domingo en El País diciendo que “los
griegos han sido los primeros en romper con el modelo bipartidista
cada día más excluyente que predomina en Europa”. Podemos y los
Ganemos de toda España piden el fin del bipartidismo como requisito
para poder “devolver” las instituciones a los ciudadanos. Pero,
¿cuál es el modelo que quieren romper?
El bipartidismo se basa,
de manera muy simplificada, en que dos grandes fuerzas juegan casi en
exclusiva a ser gobierno u oposición. Actualmente en España esos
partidos son PP y PSOE, pero la aspiración de los anti-bipartidismo
(por llamarlos de alguna manera) es ocupar el lugar del PSOE y ya de
paso desplazar al PP a la oposición. En algún caso, incluso la de convertirse en el partido único; vamos, en plan dictadura (todo por el pueblo, por supuesto).
En Grecia está claro,
Syriza ha ocupado el lugar del Pasok y ha dejado a Nueva Democracia
en la oposición. Sí, es una coalición más a la izquierda de lo
que estamos acostumbrados, vale; pero no se ha acabado con el
bipartidismo, simplemente se han cambiado sus actores.
De hecho, en España ya
hemos vivido esa situación. El lugar en el duo UCD-PSOE de los
primeros lo ocupó el PP (entonces AP). Y, de momento, en estas seguimos.
Algo diferente sería la
fragmentación del voto de tal manera que no hubiera sólo dos, sino
múltiples actores con peso similar en el parlamento. ¿Es posible
gobernar cuando hay que negociar y pactar no sólo la formación del
gobierno sino casi hasta cada coma? Es muy probable que nuestro
modelo político no fuera capaz de dar una respuesta eficaz. Aunque,
claro, a lo mejor había que desarrollar otro modelo que de cabida de
manera más efectiva a la pluralidad de opciones políticas, por
ejemplo cambiando el papel de la oposición.
Por ejemplo, ¿es posible
el tripartidismo? ¿puede tener sentido?
Quienes crean que es
posible el tripartidismo: PP-PSOE-Podemos, creo que se equivocan. El
partido que no quede ni como gobierno ni como oposición acabará en
el gallinero de la política con el hándicap de haber perdido su
posición preferente en el juego.
No obstante, el futuro puede traer el tripartidismo al sumar a las dos posiciones
dominantes actuales -los que defienden la libre iniciativa y la
libertad de mercado (liberalismo) y los que priorizan el bienestar
social y el intervencionismo del estado (socialismo)- una tercera, que es la que defiende la responsabilidad y el
compromiso con el planeta (ecologismo). O quizás se convierta en la alternativa social y ecológica que ocupe el lugar del desmotivado socialismo de hoy. Como las otras, surge como
respuesta a una necesidad histórica. En estos momentos el cambio
climático y otras consecuencias de los abusos medioambientales no
dejan dudas, es necesaria esta tercera opción además con vocación
global.
¿Sabremos reconocer esa
necesidad en las próximas elecciones?
De ser así de lo que
deberíamos ir hablando no es del fin del bipartidismo, sino del fin
de la “oposición”. No serán dos púgiles en un rin, sino un
grupo de trabajo donde alguien asume (durante una legislatura) la
dirección del proyecto común. ¿Alguien se apunta?