Ya decía mi ilustre
paisano, Jorge Manrique -casualmente vivo al lado del instituto que
lleva su nombre-, que “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a
la mar, que es el morir...” Y así en este trajín todos fluimos, o
confluimos, hacia ese postrero destino. Pero hete aquí que en ese
discurrir nos encontramos en un momento histórico (¿hay alguno que
no lo sea?), en una época convulsa, de cambio, que precede a un
futuro incierto (vale, sí, como todos los futuros).
El
verano nos ha traído, como un canto de sirenas, la llamada a la
confluencia de los denominados partidos de izquierdas. En aras del
bien común, sus portavoces piden una izquierda fuerte, capaz de
plantarle cara al PP... y al PSOE. Así Izquierda Unida confía en
que su pretérito sueño de unidad por fin se materialice. Podemos se
deja querer, pero sin anillo. Equo se arrima a los peces más grandes
de este charquito a ver si le dejan aportar algo más que el color
verde. Y algunos miembros de movimientos sociales como el 15M
encauzan este frente común para ganar las alcaldías.
Aunque
yo me pregunto, si
es cierto que la ciudadanía demanda una izquierda unida (la
confluencia bendita),
¿por qué no votaba a IU más que para darle una colleja al PSOE?,
incondicionales aparte.
Lo
cierto es que desde que Podemos irrumpió con fuerza en el panorama
político en las europeas, su omnipresencia mediática, su lenguaje
pegadizo y su misión de empoderar a la ciudadanía han insuflado
nuevos aires a la política. Los partidos se han puesto las pilas
renovando su imagen y su discurso (¿más tertuliano, quizás?). Los
nuevos líderes son varones, jóvenes, bien parecidos y mejor
formados
(académicamente hablando): Pablo, Pedro y Alberto o Florent(Podemos, PSOE, IU y Equo, respectivamente) son lo que pega ahora.
¡Póngase las pilas, Mariano, que Borja (Sémper)
encaja fenomenal en este patrón!
Sin
embargo, ¿están en sintonía con los nuevos tiempos? Efectivamente,
los ciudadanos estamos hartos, hastiados y muy quemados. Queremos
políticos íntegros, que miren por el bien común y no sólo por el
de sus sus parientes y amigos. Queremos buenos gestores. Personas
honradas. Pero al ser humano, independientemente de sus siglas, el
poder le da gustirrinín y cuando el ambiente es de jolgorio, quien
más y quien menos, todos se sueltan. Y cuando la jarana se alarga,
la
ebriedad de poder deja un panorama deplorable.
Denostar a los votantes del PP y del PSOE, incluso de IU, por lo que
han hecho políticos de esos partidos con poder es vergonzoso, ¿puede
alguien poner la mano en el fuego por todos aquellos a los que ha
votado?
El
objetivo de la política es organizar la vida de una comunidad. Sí,
el primer requisito es tener unos buenos organizadores; pero, como
decía en los artículos sobre la globalización, nuestra casa
actualmente es todo el planeta. Las
grandes alianzas políticas y sociales deben forjarse
internacionalmente.
Por mucho que cambiemos de dirigentes políticos en nuestras
ciudades, regiones o países, son las grandes sinergias económicas y
financieras las que marcan las reglas de juego. Han demostrado que
son capaces de hundir un país, miremos el caso de Grecia.
Yo puedo ser un
alcalde fantástico y junto con el resto de las formaciones políticas
del ayuntamiento apostar por el empleo verde, la sostenibilidad y la
equidad social, pero no puedo evitar que el pueblo de al lado permita
el fracking, los cultivos transgénicos y que se coloque un gran
centro comercial que haga la competencia a las tiendas de mi
municipio. Y aunque me ponga de acuerdo con los municipios vecinos,
incluso consigamos un acuerdo nacional; eso no impide que los
magnates de la economía dejen al 25% de la población de mi ciudad
en paro.
Por lo que no es
sólo integrarse en un grupo común dentro de Europa, por ejemplo. Es
realmente generar espacios políticos, sociales y sindicales
globales. El objetivo no es la federación, sino la entidad
supranacional, de la índole que sea. Una respuesta global a una
realidad global.
Vivimos
una esquizofrenia social donde hay unos señores que dicen hablar en
nombre nuestro porque les hemos votado y otros que dicen saber lo que
realmente queremos porque nos ven jurando en arameo. Entre tanto, la
mayor parte de la gente que conozco realiza complejas cábalas para
conjeturar cuál es el mal menor. Yo prefiero concretar los problemas
para buscar soluciones.
Parece que, de momento, está muy lejos una presidenta en España... Aunque visto lo visto, tampoco ellas han dado muy buen ejemplo. Gracias por tu pincelada!!
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