El 18 de abril se
celebra el Día de Acción Global contra los Tratados de Libre
Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea. Hasta en Palencia,
una pequeña capital de provincias, la Plataforma local “No
al TTIP” ha organizado una mesa
informativa en la plaza Mayor.
¿Por qué esta
movilización en contra de unos tratados que a priori van a crear
empleo y fortalecer la economía de la zona en un momento de crisis
como el actual? ¿Los que se oponen son los anti-europeístas y los
grupos de izquierdas radicales?
“El TTIP (Transatlantic
Trade and Investment Partnership o Asociación
Transatlántica para el Comercio y la Inversión) tiene como objetivo
eliminar las barreras comerciales entre los Estados Unidos y la Unión
Europea (suprimir aranceles, normativa innecesaria, restricciones a
la inversión, etc.) y simplificar la compraventa de bienes y
servicios entre estos dos espacios. Eliminar esas barreras supondrá
crecimiento económico, creación de empleos y una disminución de
los precios”, según se explica en la página web de la Comisión
Europea.
Esto implica que, de
lograrse el acuerdo, los Estados de la UE –también las propias
directivas de la UE– y EEUU deberán armonizar su legislación en
diferentes materias: regulación laboral, propiedad intelectual,
protección del medio ambiente, calidad de los alimentos, información
al consumidor, etc. ¿En qué sentido: hacia una mayor
desregularización como demandan las grandes multinacionales o hacia una regulación en beneficio de la
población?
Dada la poca información
que hay disponible sobre el Tratado, no sabemos cómo van a conseguir
que esos beneficios sirvan al bien común. Baste recordar que el
crecimiento económico lo valoran en un incremento del PIB (que habrá
que verlo), lo cual nos habla de más riqueza, pero no de cómo se
distribuye (¿serán los ricos más ricos, aumentarán las
desigualdades o se incluirán medidas para fortalecer a los más
débiles?); lo mismo pasa con el empleo, ¿de qué calidad será?
¿con qué condiciones laborales?; y con la bajada de los precios, ¿a
costa de qué? ¿tan sólo por la eliminación de los aranceles?
Estos son aspectos
fundamentales del Tratado sobre los que no se obtiene respuesta
quizás porque, dada la tendencia política-económica a ambos lados
del Atlántico, se confía en que la desregularización y la
liberalizacion de los mercados traiga por sí misma un maná de
virtudes.
Es claro que las grandes
empresas multinacionales tienen gran peso en las negociaciones. Pero
el Tratado no está cerrado, los ciudadanos europeos y
estadounidenses podemos exigir a nuestros representantes un marco de
negociación que favorezca al grueso de la población, que defienda
el bien común a corto, medio y largo plazo, lo que ineludiblemente
pasa por la defensa también del medio ambiente y de una economía
sostenible.
Precisamente, frente a
los grandes poderes económicos y especulativos-financieros, la
respuesta es la unión política y social. Un Estado como el español
no puede plantar cara al poder de las multinacionales porque pueden
hundirlo; EEUU o UE por si solos pueden tomar medidas, pero serán
parciales. Sin embargo, un acuerdo de la índole del que nos ocupa si
está bien hecho puede suponer un hito que cambie el paradigma
socio-económico actual controlando la bulimia de los mercados
producto de las insensatas políticas “laissez
faire, laissez passer”. Aunque parece que no estamos en
ese camino.
Algunas de las líneas
rojas de este tratado deberían ser:
- La eliminación de los paraísos fiscales en toda la zona. Es algo sumamente sencillo, si se quiere hacerlo, ya que están basados en la confianza de los depositarios. Un paso necesario, pues, será legislar que no puede haber secreto bancario entre los Estados miembros.
- Establecer una similitud impositiva, lo que redundaría en un mayor equilibrio en el desarrollo económico; que se tribute donde se genere el beneficio, redundando así en el del lugar y no en el de un vecino aprovechado.
- Tasa Tobin u otro tipo de regulación de los mercados especulativos que no generan ningún beneficio ni son productivos pero que pueden destrozar economías.
- Exigencia de unas garantías de justicia laboral y de respeto medioambiental (en consonancia con las nuestras) a los productos fabricados o producidos fuera de la zona del tratado e introducidos por multinacionales europeas o norteamericanas.
- Y, por supuesto, la armonización de la legislación debe ser a favor de los ciudadanos, de los consumidores y de la pequeña y mediana empresa.
La defensa de los
intereses generales no es una cuestión de colores. Como consumidora
quiero saber lo que compro y que sea saludable. Como persona quiero
saber que quienes lo han producido pueden vivir dignamente de su
trabajo y realizarlo con seguridad. Como miembro de la especie humana
quiero saber que se ha hecho respetando el ecosistema, sin abusar de
los recursos y desde una perspectiva sostenible que permita la vida
en el planeta y su diversidad para muchas más generaciones. Como
ciudadana quiero que los políticos me representen y defiendan los
intereses de la sociedad y no los de un grupo. ¿Alguien opina
distinto?
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