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jueves, 7 de agosto de 2014

LA CIUDAD (O EL PUEBLO) QUE QUEREMOS

El pasado fin de semana han sido las fiestas de la asociación Santa Ana de Requena de Campos. Como ya es tradición, hemos estado las amigas celebrando allí mi cumple. Un pueblo tan pequeño, aunque revitalizado en verano, ayuda a desconectar y a ver las cosas desde otra perspectiva. Después de tanto hablar de globalización en las anteriores entradas del blog, conviene hablar también de aspectos más cercanos.

Se acercan las elecciones municipales y ya se han puesto en marcha los engranajes de los partidos para diseñar sus programas electorales. Y, aunque nuestra casa actualmente es todo el planeta, está claro que hay que trasladar a lo local los principios de ecología y bien común. Queremos unas poblaciones habitables, limpias, que contribuyan al bienestar de sus habitantes y que aporten su granito a un mundo más sostenible y más humano.
Muchas veces, en nuestro día a día, actuamos de manera casi automática, resolviendo los problemas y tareas que se nos van planteando, planificando a corto plazo, pero sin hacer una verdadera reflexión de nuestras metas vitales como qué tipo de persona queremos ser, cómo queremos vivir y convivir y qué podemos hacer para lograrlo.
En la gestión de una localidad pasa lo mismo. Los ayuntamientos duran sólo cuatro años y tenemos la ridícula idea de que los que no han logrado la alcaldía tienen que sacarle permanentemente los colores a los que sí (por algo se llaman oposición) y de que, aunque luego puedan salir a tomar unas cañas, los plenos deben ser algo así como Sálvame. (Siempre hay honrosas excepciones, especialmente si hablamos de personas concretas más que de grupos políticos). Así que en ese contexto es difícil planificar qué tipo de ciudad o pueblo queremos llegar a ser digamos en diez años por ejemplo. Sin embargo, es fundamental hacerlo; mejor aún si es fijando un marco consensuado.
A propósito de esto, una pequeña cuña: la Fundación Equo organiza la VI Universidad Verde de Verano, la UNIVERDE, para abordar precisamente cómo queremos que sea nuestro modelo de ciudad, será a principios de septiembre en Málaga. Los que tengáis oportunidad ya lo sabéis y los demás podremos seguirlo por streaming.


Siguiendo con lo nuestro, queremos una localidad más ecológica. Es decir, una ciudad sostenible que armonice la actividad humana y el entorno, coherente con el ecosistema en el que se ubica. Para ello hay que abordar cuestiones básicas como el reciclaje, la eficiencia energética y disminuir la contaminación en todas sus formas: ambiental, acústica, lumínica, electromagnética, del agua...
El problema de la basura es colosal dada la cantidad de residuos que generamos, una media de 504,5 kg por persona en España en 2011. Sí, es cierto, cada vez reciclamos más, pero el objetivo debe ser basura cero. Es decir, conseguir reducir la producción de residuosreciclar y reutilizar, además de promover la fabricación de productos que estén diseñados para generar el menor impacto ambiental posible desde su origen. Algunas ciudades ya lo están implementando, algunas de tal envergadura como SanFrancisco (EEUU).
Imagen sacada de
El primer paso, sin duda, es facilitar la recogida selectiva y, por tanto, el correcto reciclaje de todos desechos. ¿Cómo nos deshacemos de un mueble viejo, de un ordenador roto, de una manta apolillada, de un fluorescente o de los cargadores de móviles obsoletos que pululan en los cajones? Habría que, además del punto limpio (no todo el mundo puede desplazarse), encontrar un sistema de recogida más eficaz y, por supuesto, conocido por todos. Por otra parte, ¿por qué no se van reemplazando paulatinamente por las papeleras de las calles por otras que permitan el reciclaje?
También desde los ayuntamientos habrá que fomentar la eficiencia energética, la bioconstrucción, el uso racional del agua, cuidar la limpieza y el mantenimiento no sólo de las calles, plazas o zonas verdes sino también de los entornos del municipio... y, desde luego, puede aplicar medidas que ayuden a reducir la contaminación como reducir el IBI a los edificios eficientes, la ITV a los coches menos contaminantes, favorecer la contrata de empresas concesionarias del servicio de autobuses o de recogida de basuras que cuenten, por ejemplo, con vehículos ecológicos que, además de contaminar menos, generan menos ruido, dar licencias más baratas a los taxis ecológicos, etc. hasta que se consiga que todo servicio público sea con vehículos no contaminantes.
Ciertamente también queremos una ciudad o un pueblo más sociales, es decir, más equilibrados. No pueden existir áreas marginales en una localidad, ni barrios descuidados o zonas peor comunicadas, ni servicios de primera o de segunda según dónde vivas. Una ciudad sostenible pasa por ser habitable, cohesionada, equitativa y segura para todos. Es importante recuperar el sentimiento de comunidad y el orgullo por nuestro barrio, pueblo o ciudad. Hace no mucho pude escuchar a un componente del estudio artístico Boamistura explicar su trabajo y lo resumía en embellecer los espacios para inspirar a sus habitantes, mejorar la autoestima de la comunidad y fortalecer los lazos entre los vecinos.
Para finalizar me gustaría apuntar algo que hoy parece imposible: conseguir una ciudad para las personas. Los vehículos motorizados han invadido las calles, son suyas. Las aceras pueden ser pequeñas y llenas de obstáculos (o terrazas), pero para ellos siempre hay espacio. Lo hemos aceptado sin más, paulatinamente les hemos cedido la ciudad. Han venido con su ruido y humo y nos han orillado.
Sería bonito imaginar una ciudad de la gente en la superficie y, quien quiera coche, que se desplace por calles subterráneas. Pero siendo más realistas, se podrían establecer unas calles vertebrales al uso de las actuales, otras secundarias semipeatonales, donde los vehículos no pudieran ir a más de 20 km/h y otras peatonales con tránsito sólo para acceder a las cocheras o a carga y descarga. Además, para evitar la ocupación de las vías públicas, se podrían beneficiar de un descuento sustancial en el impuesto de rodaje aquellos que asociasen el vehículo a una plaza de garaje. Todo esto, junto con un barato, ecológico y eficaz sistema de transporte urbano permitiría dejar las calles a peatones y ciclistas, y serviría para conseguir una ciudad mucho más limpia, agradable y humana.

Algunos pensarán que no quieren vivir en una ciudad así. Seguro que más de un político no se imagina yendo a trabajar andando o en trasporte público. Habrá personas que piensen que reciclar es regalar materia prima a otros. Otros que la música no es ruido o que un motor que ruge es más potente. Como todavía hay gente que piensa que gracias a que ellos tiran la basura al suelo todavía hay barrenderos. 
Lo inconcebible es que haya tantos que amparándose en esos pocos desgraciados den rienda suelta a su laxitud.

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