Ecología y bien común
lunes, 26 de diciembre de 2016
viernes, 8 de mayo de 2015
Bienvenidos a la campaña electoral
El Roto -El País |
Acabamos de estrenar
la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas y
los mensajes ya nos suenan machacones y las palabras huecas. Es el
momento de los coches paseando sus soniquetes, de los mítines, de
los políticos en la calle como caracoles al sol después de la
lluvia... Y de continuar la tarea de la precampaña en la que los
partidos y sus prohombres (y alguna que otra mujer) han acampado en
los medios de comunicación para hacernos llegar su visión y su
misión política.
Es tiempo de promesas
y de apelar a los sentimientos para que compremos futuros de
cartón-piedra llenos de felicidad, prosperidad y victoria.
En este año, vamos a
renovar una de las tres patas de la organización
social (gobierno, poder
económico y sociedad civil): la del poder político. Desde el
gobierno municipal hasta el nacional, nuestro voto va a decidir quién
va a ser el garante del bien común.
Durante la campaña el
ciudadano tendrá que escarbar entre la opinión disfrazada de
información, entre las promesas electorales y entre las
descalificaciones a los otros partidos para encontrar los cimientos
sobre los que asentarán su actuación política los diferentes
partidos, agrupaciones y coaliciones en la medida en que consigan más
o menos poder.
Algunos sostienen que,
cuanto más fina y esbelta sea esta pata del poder político, los
mercados y el sector privado podrán crecer más y proporcionar más
trabajo y beneficios a la sociedad.
Otros creen que el
gobierno debe enlazarse a la sociedad civil, de esta manera la sabia
de ésta fortalecerá el poder político frente al sector privado y a
su vez el gobierno la favorecerá siendo impulsor del proyectos,
educando en el activismo, etc.
Por supuesto, hay quienes
creemos que si se pierde el equilibrio, más aún si se
busca expresamente engordar o atrofiar alguna de las tres patas, la
sociedad se deteriora.
En estos días vamos a
oír propuestas concretas; pero, sobre todo, esbozos de principios de
actuación: van a favorecer esto, van a controlar aquello, van a
promover lo otro... Sin embargo, los ciudadanos tenemos que ser
conscientes que el gobierno no es absoluto y que está limitado por
otros poderes (incluso las mayorías absolutas están condicionadas
por los mercados, las decisiones de entes políticos superiores,
etc.) y por las circunstancias de cada momento.
Es cierto, que los
políticos tienen que postularse como ganadores para poder serlo y
que tienen que hacer un alarde de un poder mayor al que realmente
tienen. Y, por si fueran pocas las limitaciones con que se encuentran
a nivel local, regional o nacional, vivimos en un mundo globalizado;
aunque sólo en parte. El sector privado de las grandes empresas
trasnacionales y de los mercados financieros ha globalizado el mundo:
las comunicaciones, los productos, la producción, etc. Han
formado un sólido y vasto pilar económico global para una sociedad
globalizada. Sin embargo, no hay un poder político coordinado que
vele por los intereses de los ciudadanos del oikos planetario; y no
hay una sociedad civil fuerte que marque su impronta.
Es el momento de
estructurar las tres patas de la sociedad universal. Ese es el
verdadero cambio del que no se oye hablar. Tomemos las riendas del
futuro y veamos en qué mundo queremos vivir.
Es el momento de
comprometernos, de organizarnos civilmente de manera global para
defender un mundo más humano, equitativo y sostenible.
Pero, sobre todo, es el
momento de llevar a nuestros ayuntamientos, diputaciones y autonomías
un proyecto que no se pare ahí, que partiendo del cuidado y de la
gestión responsable de lo cercano se expanda y que se coordine a
nivel global recuperando el poder que han acaparado los mercados.
EQUO es un proyecto con
proyección global, integrado en el Partido Verde Europeo, asentado
sobre los cimientos de la ecología y la equidad social. Parece un
buen comienzo.
Hay un capítulo de
Los Simpson en el que Bart quiere crear un ejército para enfrentarse
a los matones del colegio. Reúne en su casa del árbol a todos sus
compañeros, maltratados como él por Nelson y sus secuaces, y
comienza su arenga: “no puedo prometeros la victoria...” Ante la
desbandada, recula y se lanza a prometer lo que quieren oír.
A veces, lo peor de
las promesas no es que no se cumplan, sino el coste de que sí lo
hagan.
viernes, 24 de abril de 2015
La educación no es una fábrica homologada
Leía en El
País Semanal del día 19, que las
plantas son unas grandes charlatanas que llenan el aire con sus
mensajes. Fascinante, ¿verdad?
Apenas cuatro días
antes, el mismo periódico nos contaba cómo el Ministerio de
Educación pensaba sustituir la selectividad por una reválida de 350
preguntas tipo test. Aberrante, ¿no es
así?
¿Por qué será que
el primer artículo me suena más a educación que el segundo, que me
rechina con ese afán deformador (o uniformador, que es lo mismo)?
La educación es un
asunto muy serio pues define en gran medida la sociedad del mañana. Cada vez que un
partido llega al Gobierno no duda en emprender una reforma educativa
pues todos tienen una idea de su modelo social ideal y saben por
dónde empieza.
No es este un asunto
baladí. Sin embargo, las continuas reformas no han aportado en
términos generales mejoras significativas en el nivel educativo
nacional, más bien al contrario. Ésta última del PP alcanza para
muchos las mayores cotas de dislate. ¿Qué demuestra un chaval de 17
ó 18 años con 350 preguntas tipo test?
El niño, desde que nace,
está en continua interacción con todo lo que le rodea: observa,
experimenta y aprende. Desde la época “de las cavernas” los
adultos se han encargado de guiar su descubrimiento del mundo que le
rodea y en ocasiones compartiendo además sus conocimientos sobre
áreas específicas reservándole así un lugar en la sociedad.
Pero los conocimientos
han aumentado de manera exponencial y no es necesario memorizarlos
para transmitirlos a la siguiente generación. La cantidad de
información que existe en la actualidad es inabarcable. Muchos
entendidos dicen que es el momento de centrarnos en otras capacidades
más útiles que la memoria. Pero, ¿eso es la educación? ¿una mera
cuestión de utilidad? Y utilidad ¿para qué? ¿para adaptarse al
cambiante mundo laboral? ¿para ser un ciudadano ejemplar? ¿para ser
una rueda más del engranaje que el sistema utiliza para perpetuarse?
En los tres primeros años
de vida, desarrolla el 80% de sus capacidades, y al terminar
educación infantil, su cerebro se ha desarrollado en un 90%. Una
etapa importantísima y sin embargo, relegada a funciones
cuasi-asistenciales y de preparación para la etapa escolar
obligatoria. ¿Por qué? Quizás porque todavía, sólo estamos
formando personas. Eso sí, personitas muy dóciles capaces de estar
horas sentados en pupitres de colorines (estamos en infantil, todavía
hay color).
Después comienza esa
carrera de obstáculos para conseguir un título que le permita
encontrar un puesto de trabajo. Quien no se ajusta al modelo está
abocado al fracaso escolar. Pero... ¿cómo se puede fracasar en la
educación obligatoria? ¿Acaso hay unos conocimientos mínimos para
ser persona, para poder desarrollarse y vivir en sociedad?
Quizás el problema sea
que como sociedad nos hemos olvidado de para qué sirve la escuela (por lo menos la básica) y
de que es algo tan, tan importante que no se puede dejar al arbitrio
de los gobernantes o al interés de las empresas. Tendría que ser fruto de un pacto de todos: políticos, padres, educadores, de la sociedad en su conjunto.
Entre los estándares de
calidad, los protocolos de actuación, la homogeneización de las
pruebas y los conocimientos mínimos, ¿dónde está el lenguaje de
las plantas? ¿dónde se descubren las increíbles hazañas de la
historia impulsadas por inquietudes sublimes y oscuras pulsiones?
¿dónde conocer a los grandes pensadores es como ir en una montaña
rusa? ¿dónde se puede describir el mundo en mil lenguajes
distintos? ¿dónde se forja el bien común, la equidad y la empatía?
¿dónde se aprende a amar y respetar el planeta?
Un maestro hace que las
piedras cobren vida; que una visita a un monumento sea un apasionante
viaje al pasado; que una pizarra llena de fórmulas sea un mensaje
encriptado; que un paseo por el monte sea la puerta a un universo
fantástico poblado de seres increíbles con propiedades mágicas; o
que una tormenta se convierta en una adivinanza: “¿oísteis el
trueno? Contemos... ¡el rayo!... ¿a cuánto está entonces?”
En este camino
compartido, es donde el niño crece, donde se robustecen su
curiosidad y sus ganas de descubrir y comprender el mundo, donde
consigue las herramientas para interactuar en él. Es imposible
fracasar porque éste es sólo el comienzo de su propia historia.
¿Sabrá esto el señor
Wert?
El conocimiento y el
respeto van dados de la mano. Si yo no conozco algo, cómo voy a
protegerlo, cuidarlo, mimarlo, preocuparme por él. Si no conocemos
nuestro planeta, cómo vamos a defenderlo. Si no conozco a mis
vecinos, cómo defenderé el bien común. ¿Será eso lo que quieren algunos reformadores?
viernes, 10 de abril de 2015
Los Tratados de libre comercio, servicios e inversiones entre EEUU y UE
El 18 de abril se
celebra el Día de Acción Global contra los Tratados de Libre
Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea. Hasta en Palencia,
una pequeña capital de provincias, la Plataforma local “No
al TTIP” ha organizado una mesa
informativa en la plaza Mayor.
¿Por qué esta
movilización en contra de unos tratados que a priori van a crear
empleo y fortalecer la economía de la zona en un momento de crisis
como el actual? ¿Los que se oponen son los anti-europeístas y los
grupos de izquierdas radicales?
“El TTIP (Transatlantic
Trade and Investment Partnership o Asociación
Transatlántica para el Comercio y la Inversión) tiene como objetivo
eliminar las barreras comerciales entre los Estados Unidos y la Unión
Europea (suprimir aranceles, normativa innecesaria, restricciones a
la inversión, etc.) y simplificar la compraventa de bienes y
servicios entre estos dos espacios. Eliminar esas barreras supondrá
crecimiento económico, creación de empleos y una disminución de
los precios”, según se explica en la página web de la Comisión
Europea.
Esto implica que, de
lograrse el acuerdo, los Estados de la UE –también las propias
directivas de la UE– y EEUU deberán armonizar su legislación en
diferentes materias: regulación laboral, propiedad intelectual,
protección del medio ambiente, calidad de los alimentos, información
al consumidor, etc. ¿En qué sentido: hacia una mayor
desregularización como demandan las grandes multinacionales o hacia una regulación en beneficio de la
población?
Dada la poca información
que hay disponible sobre el Tratado, no sabemos cómo van a conseguir
que esos beneficios sirvan al bien común. Baste recordar que el
crecimiento económico lo valoran en un incremento del PIB (que habrá
que verlo), lo cual nos habla de más riqueza, pero no de cómo se
distribuye (¿serán los ricos más ricos, aumentarán las
desigualdades o se incluirán medidas para fortalecer a los más
débiles?); lo mismo pasa con el empleo, ¿de qué calidad será?
¿con qué condiciones laborales?; y con la bajada de los precios, ¿a
costa de qué? ¿tan sólo por la eliminación de los aranceles?
Estos son aspectos
fundamentales del Tratado sobre los que no se obtiene respuesta
quizás porque, dada la tendencia política-económica a ambos lados
del Atlántico, se confía en que la desregularización y la
liberalizacion de los mercados traiga por sí misma un maná de
virtudes.
Es claro que las grandes
empresas multinacionales tienen gran peso en las negociaciones. Pero
el Tratado no está cerrado, los ciudadanos europeos y
estadounidenses podemos exigir a nuestros representantes un marco de
negociación que favorezca al grueso de la población, que defienda
el bien común a corto, medio y largo plazo, lo que ineludiblemente
pasa por la defensa también del medio ambiente y de una economía
sostenible.
Precisamente, frente a
los grandes poderes económicos y especulativos-financieros, la
respuesta es la unión política y social. Un Estado como el español
no puede plantar cara al poder de las multinacionales porque pueden
hundirlo; EEUU o UE por si solos pueden tomar medidas, pero serán
parciales. Sin embargo, un acuerdo de la índole del que nos ocupa si
está bien hecho puede suponer un hito que cambie el paradigma
socio-económico actual controlando la bulimia de los mercados
producto de las insensatas políticas “laissez
faire, laissez passer”. Aunque parece que no estamos en
ese camino.
Algunas de las líneas
rojas de este tratado deberían ser:
- La eliminación de los paraísos fiscales en toda la zona. Es algo sumamente sencillo, si se quiere hacerlo, ya que están basados en la confianza de los depositarios. Un paso necesario, pues, será legislar que no puede haber secreto bancario entre los Estados miembros.
- Establecer una similitud impositiva, lo que redundaría en un mayor equilibrio en el desarrollo económico; que se tribute donde se genere el beneficio, redundando así en el del lugar y no en el de un vecino aprovechado.
- Tasa Tobin u otro tipo de regulación de los mercados especulativos que no generan ningún beneficio ni son productivos pero que pueden destrozar economías.
- Exigencia de unas garantías de justicia laboral y de respeto medioambiental (en consonancia con las nuestras) a los productos fabricados o producidos fuera de la zona del tratado e introducidos por multinacionales europeas o norteamericanas.
- Y, por supuesto, la armonización de la legislación debe ser a favor de los ciudadanos, de los consumidores y de la pequeña y mediana empresa.
La defensa de los
intereses generales no es una cuestión de colores. Como consumidora
quiero saber lo que compro y que sea saludable. Como persona quiero
saber que quienes lo han producido pueden vivir dignamente de su
trabajo y realizarlo con seguridad. Como miembro de la especie humana
quiero saber que se ha hecho respetando el ecosistema, sin abusar de
los recursos y desde una perspectiva sostenible que permita la vida
en el planeta y su diversidad para muchas más generaciones. Como
ciudadana quiero que los políticos me representen y defiendan los
intereses de la sociedad y no los de un grupo. ¿Alguien opina
distinto?
viernes, 27 de marzo de 2015
Más de lo mismo
En
mi último artículo, ¿Se
está fraguando un nuevo modelo político?,
decía que Equo ha perdido una ocasión fantástica para demostrar
que estaba hecho de otra pasta. Un lector, Jesús S., con mucho tino
decía “¿qué podía hacer Equo distinto a lo hecho? ¿Cuál es la
oportunidad perdida?”.
Pues bien, estas
acertadas preguntas me han hecho darme cuenta de que yo también he
hecho más de lo mismo, es decir, centrarme en la reflexión
crítica (con más o menos acierto) pasando de refilón por la
propuesta constructiva.
Intentaré enmendarme.
La
inminencia de la convocatoria de elecciones y el breve plazo que se
abre para plasmar en candidaturas el trabajo realizado, está
haciendo que los nervios se tensen y, como suele pasar en estos
casos, que los que acaben recibiendo las críticas más duras o las
respuestas más airadas sean los que están a nuestro lado.
Me
parece encomiable que haya gente todavía tan generosa y dispuesta a
aportar su granito de arena para lograr una sociedad más justa más
armonica con su entorno natural en los variopintos contextos
municipales y autonómicos. Pero eso no es nada nuevo aunque, como
sabemos, no todo lo viejo
es malo, como no todo lo nuevo es bueno (¡viva los matices!).
Aunque, claro, tampoco no es garante de cambio.
La
campaña electoral se presenta, viendo como calienta motores, como
más de lo mismo: el PP con su canción sobre la recuperación, la
confianza (!) y la estabilidad y la izquierda con su actual soniquete
de la “Casta”, lo “Viejo”, el “Bipartidismo” y de
“Empoderar a la gente” y el PSOE y Ciudadanos hablando de
compromiso y de reforzar la democracia.
Ahora
bien, esto es lo que me gustaría a mí escuchar en mayo.
Discurso
Me
gustaría una campaña fresca que me recuerde todo lo que tenemos de
bueno y que no sea excluyente sino que plantee cómo puede ser mi
municipio y mi autonomía con realismo: sabiendo dónde estamos y a
dónde queremos y podemos llegar. Estoy harta de los que sólo saben
criticar y costruyen su identidad únicamente en la oposición al
resto.
Formas
Me
gustaría encontrar una propuesta inteligente, integradora, sin
generalizaciones ni simplificaciones, donde se riegue la esperanza,
el trabajo conjunto por una sociedad mejor y el optimismo. Detesto el
maniqueismo y que interpelen a mis sentimientos (azuzando el malestar
para ponerme en contra de “los otros”) en vez de a la razón.
Contenidos
Espero que los que mañana gobiernen el lugar donde vivo lo hagan con
cabeza, con principios básicos y claros: el bien común y, por
supuesto, en sana convivencia con el entorno. Pero quiero propuestas
realistas, de acorde con el mundo globalizado en el que vivimos; y,
sobre todo, quiero que no den por sentado que son la voz de los
ciudadanos, porque la gente tenemos cada uno nuestra propia voz que
no es monocroma sino plural, rica y variada.
Probablemente muchos de estos aspectos están recogidos en
movimientos y partidos políticos; estupendo, potenciémoslos.
La
ecología política no es un color de un complemento de moda ni una hoja en el
programa electoral. Es una filosofía de vida y de convivencia. ¿Es
necesaria? Imprescindible. Por eso en las prisas por poder influir en
un nuevo modelo social se ha quedado de vistoso (ojalá) complemento.
Pero al césar lo que es del césar: no es un triunfo, pero tampoco
un premio de consolación. Es una etapa del camino si no olvidamos
los objetivos: crear una sociedad más equitativa y sostenible que
garantice una mayor riqueza vital a las generaciones presentes y
futuras.
La
ecología tiene que encontrar su camino. No le conviene cerrarse a
las convenciones actuales, no necesita etiquetas de izquierdas ni de
derechas; porque la ecología política es puro sentido común. ¿Por qué ser carne o
pescado pudiendo ser una nutritiva y sabrosa ensalada (de nuestro
huerto o balcón ecológico, claro)? Fabulosa como plato completo y
enriquecedora como acompañamiento.
En este blog
precisamente intento proponer cuál puede ser ese camino. No todo
está dicho, por supuesto, pero... ¡quedan tantos artículos por
escribir!
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