En
mi último artículo, ¿Se
está fraguando un nuevo modelo político?,
decía que Equo ha perdido una ocasión fantástica para demostrar
que estaba hecho de otra pasta. Un lector, Jesús S., con mucho tino
decía “¿qué podía hacer Equo distinto a lo hecho? ¿Cuál es la
oportunidad perdida?”.
Pues bien, estas
acertadas preguntas me han hecho darme cuenta de que yo también he
hecho más de lo mismo, es decir, centrarme en la reflexión
crítica (con más o menos acierto) pasando de refilón por la
propuesta constructiva.
Intentaré enmendarme.
La
inminencia de la convocatoria de elecciones y el breve plazo que se
abre para plasmar en candidaturas el trabajo realizado, está
haciendo que los nervios se tensen y, como suele pasar en estos
casos, que los que acaben recibiendo las críticas más duras o las
respuestas más airadas sean los que están a nuestro lado.
Me
parece encomiable que haya gente todavía tan generosa y dispuesta a
aportar su granito de arena para lograr una sociedad más justa más
armonica con su entorno natural en los variopintos contextos
municipales y autonómicos. Pero eso no es nada nuevo aunque, como
sabemos, no todo lo viejo
es malo, como no todo lo nuevo es bueno (¡viva los matices!).
Aunque, claro, tampoco no es garante de cambio.
La
campaña electoral se presenta, viendo como calienta motores, como
más de lo mismo: el PP con su canción sobre la recuperación, la
confianza (!) y la estabilidad y la izquierda con su actual soniquete
de la “Casta”, lo “Viejo”, el “Bipartidismo” y de
“Empoderar a la gente” y el PSOE y Ciudadanos hablando de
compromiso y de reforzar la democracia.
Ahora
bien, esto es lo que me gustaría a mí escuchar en mayo.
Discurso
Me
gustaría una campaña fresca que me recuerde todo lo que tenemos de
bueno y que no sea excluyente sino que plantee cómo puede ser mi
municipio y mi autonomía con realismo: sabiendo dónde estamos y a
dónde queremos y podemos llegar. Estoy harta de los que sólo saben
criticar y costruyen su identidad únicamente en la oposición al
resto.
Formas
Me
gustaría encontrar una propuesta inteligente, integradora, sin
generalizaciones ni simplificaciones, donde se riegue la esperanza,
el trabajo conjunto por una sociedad mejor y el optimismo. Detesto el
maniqueismo y que interpelen a mis sentimientos (azuzando el malestar
para ponerme en contra de “los otros”) en vez de a la razón.
Contenidos
Espero que los que mañana gobiernen el lugar donde vivo lo hagan con
cabeza, con principios básicos y claros: el bien común y, por
supuesto, en sana convivencia con el entorno. Pero quiero propuestas
realistas, de acorde con el mundo globalizado en el que vivimos; y,
sobre todo, quiero que no den por sentado que son la voz de los
ciudadanos, porque la gente tenemos cada uno nuestra propia voz que
no es monocroma sino plural, rica y variada.
Probablemente muchos de estos aspectos están recogidos en
movimientos y partidos políticos; estupendo, potenciémoslos.
La
ecología política no es un color de un complemento de moda ni una hoja en el
programa electoral. Es una filosofía de vida y de convivencia. ¿Es
necesaria? Imprescindible. Por eso en las prisas por poder influir en
un nuevo modelo social se ha quedado de vistoso (ojalá) complemento.
Pero al césar lo que es del césar: no es un triunfo, pero tampoco
un premio de consolación. Es una etapa del camino si no olvidamos
los objetivos: crear una sociedad más equitativa y sostenible que
garantice una mayor riqueza vital a las generaciones presentes y
futuras.
La
ecología tiene que encontrar su camino. No le conviene cerrarse a
las convenciones actuales, no necesita etiquetas de izquierdas ni de
derechas; porque la ecología política es puro sentido común. ¿Por qué ser carne o
pescado pudiendo ser una nutritiva y sabrosa ensalada (de nuestro
huerto o balcón ecológico, claro)? Fabulosa como plato completo y
enriquecedora como acompañamiento.
En este blog
precisamente intento proponer cuál puede ser ese camino. No todo
está dicho, por supuesto, pero... ¡quedan tantos artículos por
escribir!