Acaba
de comenzar el cole y muchos se quejan de lo que cuestan los libros y
el material escolar. ¡Pobres pringados! Los padres “guays” saben
que lo peor está por venir. Una buena posición social en el aula
tiene un alto precio: ropa y complementos de moda, electrónica,
teléfono, ocio y ¡cumpleaños! Una orgía de derroche para evitar
que el vástago se convierta en apestado.
Así
que no es de extrañar que la última vez que fui a una cadena de
comida rápida, unos mocosos llevaban en la cartera más de lo que me
gasto yo en una semana.
Llegar
al poder cuesta dinero, mucho dinero; y mantenerse en el poder
también.
Los ciudadanos no votan al que no conocen y tienen la memoria frágil
(no hay más que ver quiénes nos gobiernan), por lo que hay que
estar en el candelero siempre, con la frase autocomplaciente en los
labios y la pose de porque
yo lo valgo.
A
la gente (como a los capitales) le gusta apostar por el caballo
ganador y sólo votan a un segundón sin posibilidades cuando quieren
dar un toque de atención al triunfador que se ha pasado de sobrado.
Es como en las películas, la chica mona siempre acaba con el
guapilindo,
aunque sonría a un pobre pardillo para que el protagonista recuerde
que no lo tiene todo ganado.
Los
partidos políticos lo saben. Tener buenas ideas no es sinónimo de
éxito. Véase EQUO
que teniendo una base ideológica – económica, social y ecológica
– muy atractiva, no es capaz ni él mismo de verse como una
alternativa viable.
Podemos,
en cambio, sin definir claramente su ideario, ha sabido convencer de
que es capaz de arrebatar el poder. ¿Quién engrasa su maquinaria?
¿la autofinanciación y el crowdfunding?
Esto ocurre en todos los países democráticos. En USA, por ejemplo,
ningún candidato tiene la más mínima oportunidad si no tiene
padrinos que lo financien. De ahí que algunos digan que USA es el
gran país capitalista, ya que su presidente se debe a los capitales
que lo han aupado al poder.
Pero claro, allí donde hay dinero suele haber turbulencias y no es
extraño que salgan a la palestra noticias sobre la financiación
irregular de partidos políticos en países democráticos como
Alemania, Italia o Francia... ¿y en cual no?
En España, cuando salimos de la dictadura – amiga, como todas, de
enchufes, prebendas y contraprestaciones –, los partidos políticos
abrían sus ojos a la democracia, unos recién paridos, otros recién
salidos de las catacumbas. Y todos buscaban ávidos cargadas ubres
que los impulsaran.
Suárez, vía real, consigue el poder y la notoriedad mediática que
lo acompaña, para él y para UCD.
AP hereda personajes y suculentas alianzas.
A Felipe no le alcanzaba con las cuotas y el trabajo de los
afiliados, así que buscó el maná en Alemania y la Social
Democracia renegando pudorosamente por el camino del marxismo que con
tanto ahínco habían defendido sus compañeros. En la sombra del
olvido quedó el profesor Tierno, buena cabeza e imagen, pero que sin
financiación tuvo que asumir la integración en el PSOE.
Carrillo, por su parte, resurgió cual ave fénix, convertido en
demócrata y hombre de paz, líder del grupo más organizado y
luchador... pero sin suficientes recursos mediáticos para adecuar su
sombra.
Hubo más partidos, cargados de ilusión e ideología, pero no
consiguieron ni si quiera transmitir la más mínima posibilidad de
llegar al poder.
Y
de esta forma han pasado los años y los
partidos han ido puliendo su forma de financiarse: las magras cuotas
de sus afiliados, las subvenciones públicas, los préstamos
bancarios – ¡tan fáciles de conseguir y de que sean condonados!
–, y las donaciones de simpatizantes, tan versátiles...
Y,
claro está, la financiación ilegal: concesiones a cambio de..., porcentajes sobre obras públicas, sobornos, etc. Los pasillos entre
ésta y las contribuciones voluntarias o préstamos son estrechos,
pero fáciles de recorrer.
La
doble contabilidad de los partidos, maletines y sobres,
los fraudes,
la malversación,
el tráfico de influencias, la
prevaricación,
el caciquismo...
han sido y son constantes y a todos los niveles. Los políticos que
se han atrevido a denunciarlo han sido barridos del mapa.
Pero, ¿cómo probarlo en un juicio?
Por
lo visto, sacar el dinero a paraísos fiscales es facilísimo. De
hecho, a penas condenan a nadie. Si el dinero se queda en casa y se
reparte bajo cuerda es todavía mucho más fácil. ¿Quién tirará
de la manta? ¿El empresario, el político...? Y ¿qué dirigente
político es ajeno a esta realidad de su partido, aunque él no se
manche las manos?
Y
en ese pasar el dinero de unas manos a otras, muchas veces en
cantidades ingentes, alguna mano puede desviar unos cuantos fajos a
su propio bolsillo, y ahí comienzan todos los males, porque llega un
momento que, de tan sencillo, se convierte en hábito y, claro, con
el tiempo, eso canta. Cuando salta la liebre, en el partido todos
hablan maravillas del sospechoso, hasta que un juez lo pone en su
punto de mira; entonces, sus anteriores amigos y jefes se rasgan las
vestiduras, traicionados en su confianza. Tocado, pero no hundido, el
partido continúa en el fluir indemostrable de sus turbias aguas.
¡Qué
malos son los políticos! Más o menos como el resto. Los pasillos
entre lo jurídicamente punible y lo ética reprobable están muy
transitados.
¿Es
España un país corrupto? Por supuesto que no. Pero cuando la
economía iba bien, a nadie le importaba la alegría y el
despilfarro, algo caía. Pero post
festum, pestum.
La crisis ha sido un revulsivo que a dejado el descubierto la
necrosis subyacente. Ahora toca sajar, castigar al que se pueda, y
forzar a los políticos a que se establezcan medidas de control para
ponerlo más difícil.
Decían
Carmen,Jesús e Iñaki
que la vida era como una fiesta para 4 idiotas ó 5 todo lo más. En
España la música se acabó hace ya ¡6 años! Y, como siempre, nos
toca pagar la jarana y recoger a los que ni siquiera estábamos
invitados. Mientras, los juerguistas, se han ido a un after hours.